Aparecíamos de nuevo en Whitehorse con un nuevo plan. Eran mucho los ratos libres que teníamos trabajando con los perros de trineo, tiempo que a veces dedicábamos a la planificación de nuestra ruta por el Yukon que nos llevaría hasta la misma Alaska. Para poder realizarlo necesitábamos un coche. Tras comprobar precios de alquiler decidimos que lo más rentable sería comprar uno para luego venderlo al final del viaje de Canadá como ya hiciéramos en Nueva Zelanda. Necesitaríamos tiempo en Whitehorse para buscar uno yendo a diferentes lugares.
Michelle nos dejaría en Whitehorse pero habíamos reservado alojamiento en Takhini Hotsprings, a bastantes kilómetros al norte. No nos quedó otra que hacer autostop y esperar que alguien se dirigiera hacia allí. No es que haya mucho tráfico en esta provincia… Cerca de nosotros había una anciana indígena en silla de ruedas haciendo lo mismo que nos hacía competencia, ¡toma ya!
Tras un cuarto de hora una chica joven muy simpática recogía a la anciana y a nosotros, todos nos dirigimos hacia la misma zona, ¡perfecto!
El hostal estaba de lujo, allí conoceríamos a una chica alemana que viajaba sola con su coche por Canadá y a una mujer de mediana edad de Guyana que se dedicaba a trabajar en diferentes comunidades indígenas por lo ancho de país, estuvo hasta en lugares tan inhóspitos como Old Crow.
Nos dimos cuenta de que estando tres noches más en este hostal nos costaría un pastizal, además de que no era nada práctico para buscar coche ya que está muy lejos de Whitehorse. Decidimos que dormiríamos en un camping muy cercano al centro. La mujer de Guyana nos llevaría en su coche.
Buscamos coches online en páginas web como kijiji y Craigslist sin mucha suerte sentados con café y donuts en un Tim Hortons. Probamos suerte en un lugar llamado Driving Force y dimos en la diana. Compraríamos una minivan y construiríamos una cama en su interior. Arreglamos el seguro (carísimo), recogeríamos la matrícula, compramos la madera necesaria, comida, edredón y utensilios varios del Walmart y partimos hacia el sur al trabajo de Michelle donde podríamos utilizar las herramientas para hacer la cama.
Con la cama aún sin montar en Whitehorse |
En 2 o 3 horas ya teníamos la cama montada listos para salir. Let’s go!
¡¡Tachán!! Nuestra nueva casa está lista para la acción. |
Nuestro primer destino sería Skagway, en Alaska, una parte que queda rodeada de Canadá, al sur de Carcross. La carretera que nos llevaba hasta allí fue una de las más bonitas que hemos hecho jamás.
Ver para creer |
Vistas camino Skagway |
Las vías del tren que te lleva por el White Pass |
Sentíamos que habíamos entrado como en otro planeta, sobre todo cuando llegamos por la pequeña localidad llamada Fraser, todavía en Canadá, su paisaje es comparado al de la luna en las guías y la verdad es que si la luna es parecida, no me importaría ir. Cuando me imaginaba a Alaska en mi cabeza, debería de ser algo así, no estaba decepcionando. Entrar a Alaska por tierra es fácil, simplemente enseñando nuestro pasaporte en una pequeña oficina fronteriza donde fuimos recibidos por un oficial bromista.
Las fotos con el cartel de ‘Bienvenidos a Alaska’ significaban oficialmente que nos encontrábamos en la última frontera, ¡estábamos en Alaska!
Pisando por primera vez Alaska, todo un sueño cumplido |
Breve historia de Skagway y de la fiebre del oro del Klondike
Skagway es una ciudad creada a partir de la fiebre del oro del Klondike, comenzada en el año 1897 con la llegada del primer barco de soñadores del oro. Fue el lugar principal donde desembarcaba la gente que viajaba en barco desde ciudades como San Francisco o Seattle, era una de las rutas más fáciles y rápidas ya que venir todo el camino por tierra significaba toda una odisea en la que perecía un gran número de personas.
Toda esta locura se desató cuando un barco cargado de oro llegaba al puerto de Seattle, momento crucial para el desarrollo de esta ciudad. La noticia se expandió a casi la velocidad de la luz, llegando a cada periódico de cada ciudad importante de Estados Unidos e incluso Europa o Australia. Desde San Francisco, pasando por Denver hasta Nueva York al otro extremo del país. Fueron muchos los aventureros que se quisieron embarcar en la aventura de llegar al Klondike con la ilusión de volver ricos, era una riqueza casi garantizada. Él que podía se pagaba el boleto en barco, él que no, iba en otro barco sin preparación alguna en los que muchos perdieron sus vidas y como tercera opción tenían que ir por tierra en un viaje que pocos terminaran de hacer por condiciones de nieve y otros obstáculos naturales, se debía de cruzar por terreno totalmente salvaje y virgen que nadie conocía.
Skagway se convertiría en un centro de buscadores de oro. Pronto se creó una ciudad a partir de aquel jolgorio americano. Se empezaron a construir negocios, bares, hoteles y todo lo necesario para una población que crecía de una forma desmesurada, los barcos no pararon de llegar, muchos se dieron cuenta de lo difícil del viaje y se quedaron en Skagway para hacer negocios y hacerse ricos de esa forma. Una vez en Skagway la gente se preparaba para viajar por tierra y agua hasta el lejano Dawson City, donde se encontraba el oro prometido, lo harían por la ruta más utilizada y fácil pero más larga, el ‘White Pass‘. Cerca se crearía otra ciudad menor llamada Dyea desde la que empieza la ruta del Chikoot, un pueblo que actualmente está semi-abandonado. En el principio del viaje tenían el obstáculo de un sistema montañoso el cual se podía atravesar por dos rutas posibles: El ‘White Pass’ y el ‘Chilkoot Trail’. Una vez pasado este difícil tramo llegarían hasta el Lago Bennett desde donde construirían balsas para ir así por agua a través de lagos y el río Yukon hasta Dawson City.
La población llegaría en algunos momentos hasta la cifra de 30 mil habitantes metidos en un lugar tan pequeño como Skagway, se convertiría en la ciudad más poblada de Alaska con 800 – 10000 habitantes en el año 1898 con unas 1000 personas que pasaban cada semana por allí para empezar la ruta del oro. La ciudad se convertiría en una ciudad sin leyes a la cual se la conocía como ‘Un lugar un poco mejor que vivir en el infierno’ donde la gente sacaba tajada de la situación y en la que el alcohol, las prostitutas y los duelos se hacían dueños del ambiente.
Personajes carismáticos notables como ‘Soapy‘ Smith se harían con el control de la ciudad. ‘Soapy’, que se presentó como donador de dinero a la gente necesitada, empezó haciéndose rico con un casino donde sofisticadamente engañaba a la gente con apuestas y el licor que vendía. Poco a poco se fue haciendo poderoso, a controlar el pueblo el cual lo laureaba, junto a él había una cuadrilla a la cual pagaba para espiar y controlar. Otro de sus engaños era cobrar 5 dólares a la gente por un telégrafo cuando este ni existía, se hacía rico de la gente que ingenuamente le admiraba.
Finalmente fue descubierto y la gente empezó a rebelarse contra él. Fue asesinado en el famoso duelo del Muelle de Juneau en el que Frank Raid y Smith se dispararon simultáneamente un 8 de julio de 1898, ‘Soapy‘ Smith murió en el instante mientras Fran Raid moriría días después por sus heridas de bala. Ambos están enterrados en el cementerio de Skagway, Frank como héroe y Smith como villano.
Solo los primeros que llegaron al Klondike volvieron con los bolsillos llenos de oro, la gran mayoría volvió más pobre de lo que eran pero ricos en una experiencia que quedaría marcada para el resto de sus vidas, como pasó con el escritor Jack London.
Poco a poco y a principios de los años 1900 toda esta fiebre fue muriendo, la gente volvía a casa decepcionada. Muchos de los lugares fueron abandonados o casi abandonados. Algunos buscaron oro en otros lugares o se quedaron sobreviviendo de los recursos de la tierra. Todo lo que fue creado entorno a la fiebre del Klondike en Alaska y el Yukon es lo que perdura hoy en día en ciudades relativamente grandes como Whitehorse, Dawson City o Skagway. Y pensar que todo rastro en estas tierras empezó simplemente con algunas pepitas de oro…
Skagway hoy en día
Hoy en día Skagway se ha convertido en una ciudad que vive del turismo. Los cruceros que salen desde la Isla de Vancouver y van por el ‘Inside Pass‘ suelen llegar a esta ciudad. Al llegar vimos como un gran crucero entraba a la ciudad, la verdad es que impresiona ver como entra por la bonita bahía. Todo está ambientado aún en la fiebre del oro, todo está relacionado al Klondike Fever, es como si aún estuviéramos a principios de los 1900 aunque esté ambientado para el turista. Sus tiendas de souvenirs con camisetas de osos y alces o frases estúpidas predominan su calle principal. Un negocio al estilo americano que atrae a cientos de turistas, un poco demasiado para mi gusto.
Entrada de lso cruceros a Skagway |
‘Bienvenidos a Skagway’, situado para los que vienen del crucero |
Calle típica de Skagway |
El típico Fry Bread alaskeño, ¡no estaba mal! |
Monumento a los buscadores de oro |
Sus alrededores son pura delicia, grandes paredes de montañas con picos nevados dejan espacio limitado al pueblo. Ya que estábamos por allí aprovechamos para ver un teatro musical sobre la historia de la ciudad. Se centraba en la historia de ‘Soapy‘ Smith y la verdad es que mereció mucho la pena.
Can Can en el musical de ‘Soapy’ Smith |
También aprovechamos para hacer nuestras compras de turista con camisetas de Alaska. Paramos en el lugar donde ‘Soapy‘ Smith fue disparado a muerte por Frank y nos informamos de lo que en realidad había provocado nuestra llegada al lugar. Íbamos a realizar el famoso sendero de varios días del Chilkoot Trail. uno de los senderos más famosos de todos los Estados Unidos y por qué no decirlo, del mundo. Temíamos que las condiciones de nieve impidiera que lo hiciéramos pero nos informaron que era posible y el pronóstico del tiempo no pintaba mal así que ya estaba decidido, los 53 km los haríamos en dos noches y tres días.
‘Saloon‘ clásico de la época |
Información sobre las condiciones del Chilkoot Trail en una pizarra del centro de información del Klondike |
Tuvimos suerte ya que normalmente es algo que hay que reservar con tiempo de antelación pero al ser principio de temporada aún no había mucha gente quedando así plazas libres para nosotros.
Para ello nos tuvimos que registrar, pagar la cuota de acceso al sendero y ver un par de vídeos informativos de seguridad y de cómo actuar en caso de encuentros con osos, nada que no sabíamos a estas alturas. El Chilkoot trail son 53 kilómetros que van por el mismo camino que utilizaban los buscadores de oro. Es conocido como el museo más grande del mundo ya que a lo largo del camino se ven restos de los ‘stampeders‘. Existen varios lugares de acampada, y más o menos teníamos que decir donde íbamos a dormir. El problema es que los 53 km son solo de ida y para volver se tiene que coger un tren que vuelve por el White Pass (la otra ruta que se utilizaba por los buscadores de oro). Si lo hacíamos en tres días llegaríamos a la parada de tren en domingo, cuando este no tiene servicio. Ya que tampoco tiene servicio en lunes, lo que haríamos sería andar desde el final (Lago Bennett) por las vías del tren hasta la carretera desde donde se podría hacer autostop de vuelta a Skagway.
Ya solo nos quedaría comprar comida para cuatro días aunque la idea fueran tres, siempre llevamos de más por lo que pueda pasar. Para salir temprano dormiríamos en nuestro nuevo coche cerca de la salida al lado de un río junto a una caravana que estaba por allí instalada.
Crónica de una ruta por el Chilkoot Trail
Perfil del sendero |
Día 1 del Chilkoot Trail
¡Vamos allá! | a |
Como a eso de las 6 de la mañana ya estábamos en el parking del Chilkoot que en realidad se encuentra en el camping de Dyea con las mochilas ya preparadas. Rebosábamos energía por los cuatro costados, estábamos más que preparados. La ilusión hacía que empezáramos la ruta con ganas. El primer tramo lo haríamos desde el parking de Dyea hasta el Sheep Camp, donde pasaríamos nuestra primera noche. Sería un total de 21 kms por un sendero de subida y bajadas, nada que fuera demasiado duro, sería un entrenamiento para los próximos días. Al ser una parte ‘facilita’ dimos un buen tirón. Todo fue entre árboles, las vistas alpinas tenían que esperar un día más. Cruzamos una zona fangosa sobre la que han puesto un caminito de madera llamado Beaver Pond. No me imagino cómo lo hicieron antiguamente para cruzar esta zona tan pantanosa.
Gas de pimienta contra osos, siempre listo para usar en mi bolsillo |
Cruzando el Beaver Pond |
Durante el camino vimos algunos artefactos que quedaron de los buscadores de oro, utensilios y herramientas que utilizaban por aquel entonces. También alguna caseta de madera derruida por el tiempo.
Restos del Klondike Rush Gold |
Pasamos por City Canyon, un lugar de acampada donde muchos pasan su primera noche, aquí hay un camino extra que te lleva hacia los restos de lo que fue un motor a vapor. Tras visitarlo volvimos al sendero principal y proseguimos. En los puntos marcados en el mapa como estos hay carteles de información sobre la fiebre del oro.
En el Sheep Camp pusimos nuestra tienda de campaña en una de las plataformas que hay para ello. Allí se puede cocinar en un cooking shelter anti-osos y guardar alimentos en cajas metálicas. Un guarda forestal se sentó junto a nosotros y un grupo de tres alemanes jóvenes para explicarnos lo que nos íbamos a encontrar el día siguiente, empezaba el ascenso y la nieve. Nos advirtió de los peligros y del tiempo que había cambiado. Estábamos listos. Nos metimos pronto en la tienda de campaña ya que la gran cantidad de mosquitos impedía que disfrutaramos estando fuera, ¡es para volverse loco!
Día 2 del Chilkoot Trail
Este día sería la parte crucial de la ruta. La parte más dura en la que llegaríamos a la parte más alta.
Ya desde el principio del día, tras sortear algunos riachuelos que rebosaban del agua debido al deshielo, empezaba a ascender metros hasta que llegamos al punto donde los árboles van desapareciendo. Empezaban las vistas espectaculares de los alrededores. Lo primero que vimos fue un gran glaciar entre montañas situado ante nosotros.
Descansito con vistas |
La nieve apareció en escena con algunos parches hasta que cubría por completo la superficie. A veces muy blanda lo que provocaba que se hundieran nuestros pies. Es por eso que habíamos empezado muy temprano el día (a las 5), fue recomendación del guarda forestal. Así la nieve la tendríamos más dura para poder caminar bien sobre ella.
El museo más largo del mundo |
Los alemanes iban delante nuestra |
Cuanto más subíamos y mirábamos hacia atrás, más espectaculares se hacían las vistas. Llegamos al punto crucial de la subida donde se fotografíó la imagen más famosa de la fiebre del oro del Klondike, el lugar conocido como ‘Las escaleras de oro’ donde una fila de personas unidas por una cuerda subía con todas sus pertenencias. Él que podía pagaba a un indígena para que le subiera las cosas, otros lo hacían con una especie de teleférico pero la mayoría iba y volvía para subir todas las pertenencias para un año entero, ¡para un año entero!
Despacito y con buena letra fuimos subiendo por las piedras ya que la nieve por esta parte era escasa. Se dice que la nieve lo facilita ya que se crea una especie de escalera por la que se puede subir bien. Con las piedras fue algo complicado con nuestras pesadas mochilas pero lo conseguimos sin problema alguno.
Nos íbamos encontrando con muchos artefactos y con carteles informativos totalmente enterrados bajo la nieve.
Ups |
Las llamadas escaleras de oro, imagen más famosa del Klondike Rush |
Golden Stairs |
Tras hacer las ‘Golden Stairs‘ la subida continuaba hasta su punto más alto. Esta vez sí todo cubierto de nieve lo que lo hacía un poco peligroso. Cualquier resbalón en las cuestas más pronunciadas significaba una caída de algunos metros. Había que hincar bien en la nueve el pie en cada paso en alto que dábamos.
La niebla y el frío aparecieron en escena |
Poco a poco llegamos al punto más alto de la ruta, donde se cruza desde Alaska a Canadá a pie por el llamado Chilkoot Pass. El tiempo empeoró notablemente y la niebla se hizo espesa, tapando gran parte de las vistas. Hacía mucho frío, menos mal que en todo lo alto hay un refugio donde nos calentamos un té que nos preparamos. Allí nos encontramos de nuevo con los tres alemanes que habían llegado antes que nosotros.
La bajada fue divertida y para mí fue la parte más bonita de todo el trayecto. Entramos en la parte donde se supone que había lagos pero había tanta nieve que todo se veía blanco. A veces se veía como sobre el lago había partes azul turquesa, el deshielo estaba comenzando a estas alturas del año. Bajando se iban abriendo los agujeros sobre la nieve y los charcos y lagos se iban descubriendo. Nos dejó una postal preciosa a pesar de la niebla.
A pesar del cuidado, las caídas eran inevitables. Perrine cazando una de mis caídas… |
Más abajo, más agua |
Nuestra idea era dormir en Happy Camp donde aún había mucha nieve y hacía mucho frío. Decidimos seguir bajando para no pasar tanto frío así que nos fuimos hasta la zona de acampada llamada Deep Lake, donde la nieve casi desaparecía. El camino hasta allí era precioso, los lagos ya se veían enteros y el agua brotaba por todos sitios con el inconveniente de tener pies mojados. En total habíamos hecho 17 kilómetros con bastante desnivel, fue un día durillo. Pasamos un poco de frío esa noche, ¡sobre todo en los pies!
Viendo Better Call Saul en Deep Lake |
Día 3 del Chilkoot Trail
El tercer día fue el más largo de todos, el día en el que haríamos más kilómetros con diferencia. Esto es debido a que iríamos andando desde el final de la ruta hasta la carretera por las vías del tren para hacer autostop de vuelta. Como ya conté antes, no había trenes de vuelta los domingos y lunes así que no nos quedaba otra opción.
La ventaja fue que era prácticamente todo cuesta abajo con algunos repechos al final. La nieve pasó a ser agua en abundancia teniendo que pasar zonas de riachuelos muy subidos donde nos mojamos a base de bien, el deshielo creaba un nieve-fango molesto para los pies y nuestro ritmo.
Las vistas hacia los lagos eran increíblemente bonitas hasta que entramos de nuevo en zona de bosque por Lindeman City y Bare Loon Lake. Tras 16 km bastante rápidos llegamos al final de la ruta, ¡ya habíamos completado el Chilkoot Trail! La recompensa la obtuvimos con el precioso Lago Bennett, una pena que haya tantísimos mosquitos para la relajación. En esa parte también existe una iglesia bastante peculiar en una ciudad abandonada que se considera como Ghost Town.
El Lago Bennett de donde los buscadores de oro construían sus balsas para seguir su camino a Dawson City |
Desde el Lago Bennett buscamos las vías del tren y seguimos el largo camino que nos llevaría a la carretera que se dirige a Skagway, teníamos que cruzar de nuevo la frontera con Alaska.
Fueron unos 13 kilómetros extra muy largos por las vías, menos mal que era bastante planito. No estabamos muy tranquilos al ver tantas huellas de osos, ya nos informaron de que es una zona muy frecuentada por estos. Llegando ya al final nos encontramos con uno de ellos, pero casi sin tiempo a reaccionar se dio la vuelta y se fue corriendo. Es lo que normalmente hacen, no son animales agresivos al menos de que se sientan amenazados.
Ya en la carretera nos sentamos a un lado y levantamos el dedo con la esperanza de que alguien nos recogiera. No es algo fácil porque la gente no se atreve mucho a llevarte cuando hay que cruzar una frontera. Allí nos encontramos de nuevo con los alemanes que esperaban a que les recogieran alguien.
Tras una media hora mas o menos paró una furgoneta de tours, trataba de un grupo que volvía de su día de tour por el Yukon y volvía a su crucero en Skagway. La simpática guía chófer nos recibió con bromas varias como ‘No os quitéis las botas después de 60 y pico kilómetros’ o ‘El precio por llevaros es de una pepita de oro’. Notábamos como cierta admiración de los componentes del grupo que iban en esa furgoneta por haber realizado tan frescos una ruta de tres días.
Cruzamos de nuevo la frontera sin problemas y nos dejó en Skagway, ahora teníamos que seguir haciendo autostop para que nos llevaran a Dyea en un camino de tierra. No esperamos ni cinco minutos cuando nos recogió una chica de Arizona. Nos dejó en nuestro coche donde condujimos de vuelta a Skagway para buscar una ducha desesperadamente. El día siguiente nos lo tomamos de descanso por la ciudad antes de seguir con la ruta. Tomaríamos un barco que nos llevaría hasta Haines, una localidad alaskeña que solo podíamos acceder por ferry. Descartamos la capital de Alaska, Juneau, porque costaba un pastizal el barco, la única manera de llegar a ella.
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