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Vaya madrugón que nos pegamos. El viaje desde Beirut hasta Baalbek es de dos horas y teníamos que volver en el mismo día, teníamos que madrugar para aprovechar el día.
Para ir hasta Baalbek (por algunos pronunciado como Baalbak) lo puedes hacer con un tour o lo puedes hacer por libre en bus o minibús, nosotros elegimos esta última opción mucho más económica y nada complicada. Desde Hamra paramos a uno de los muchos taxis que pasan por ahí con matrícula roja y preguntamos si hacía service, a lo cual accedió. Es importante preguntar por service ya que si lo hace con la ‘tarifa taxi’ sale mucho más caro mientras service solo son 2000 liras por personas (algo más de un €). Le preguntamos para que nos llevara hasta la estación de Cola, que era de lo que nos habíamos informado por internet para encontrar transporte a Baalbek.
El taxista nos recomendó que saliéramos desde otra estación un poco más alejada ya que habría más opciones desde allí. Pensamos que él sabría mejor que nadie sobre el transporte por el Líbano así que le hicimos caso. Al llegar el taxista nos dejó al lado de un minibús que estaba preparado para salir hacia Baalbek. Tras 10 minutos esperando a que se llenara para salir con un café libanés en mano, salimos rumbo hacia nuestro destino.
La estación es simplemente una intersección en mitad de la calle desde donde salen minibuses, este barrio era muy diferente de lo que habíamos visto el día anterior, fue más complicado comunicarse en inglés y Perrine tuvo que sacar su mejor árabe (lo estudia una vez a la semana y de algo le estaba sirviendo). El precio fue de 5.000 liras por persona, menos de lo que habíamos esperado.
El viaje fue rápido, tardamos menos de dos horas para llegar. El conductor nos dejó a unos 2 o 3 km de la ciudad donde se encontraban algunos taxistas. Un hombre corpulento con cara de pillín y con un inglés muy básico nos ofreció llevarnos a las ruinas. De camino nos preguntó si queríamos que nos llevara a un lugar donde existen otras ruinas romanas que la gente suele saltarse. Me fijé en mi mapa de maps y efectivamente había algo que ver por esa zona, así que dejamos que nos llevara hasta el lugar.
Un hombre nos recibió y nos enseñó artículos de periódico donde salía él junto a gente de la UNESCO porque fue el que descubrió lo que se encontraba ante nuestras narices. Una piedra gigantesca (trilito) se alzaba del suelo con carteles informativos explicando lo que era exactamente. Nada más y nada menos que el bloque tallado más grande que jamás se haya encontrado. Se estima que pesa unos 1.200 toneladas y se la conoce como la «Piedra de la mujer embarazada». El misterio de como movían estas piedras en los tiempos romanos sigue siendo todo un misterio.
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El trilito más grande jamás encontrado |
La entrada al recinto donde se encuentra el trilito es gratuita pero el señor, supuesto descubridor, tiene una tienda con souvenirs. Buscábamos algo de recuerdo para llevarnos a casa así que pensamos que sería un buen lugar para ello. Compramos un imán y un par de figuras fenicias tras un regateo y nos invitó a un café libanés. Nuestro conductor nos esperaba para llevarnos hasta las ruinas, lo que era el plan inicial.
Al llegar a la entrada de las ruinas el taxista nos pidió el doble de lo que habíamos acordado en un principio. El decía que al llevarnos al otro sitio el precio se incrementó el doble. Lo que nos molestó fue que no comentara nada sobre ello durante el trayecto. Enfadados con él terminamos por pagarle, no nos gusta sentirnos engañados y era la primera vez que nos pasaba en el Líbano. Nos salió más caro los escasos 3 km hasta las ruinas que el viaje de dos horas desde Beirut, en fin… No íbamos a dejar que algo así nos estropeara el día.
Este era uno de los momentazos que había estado esperando desde que reservé los billetes de vuelo hacia el Líbano. Estar ante una de las ruinas romanas más importantes era algo excitante y no podía esperar más para caminar por sus ruinas y saber más sobre ellas.
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En el propileo |
Ya a las afueras de la entrada principal existen algunas ruinas que se pueden ver gratuitamente, si estas ya me impresionaron no me podía imaginar lo que me esperaba ahí dentro.
Baalbek son las ruinas de la antigua ciudad romana de Heliópolis, ‘La ciudad del sol’. Se sitúa bajo la montañas del Anti-líbano en el Valle de Beqaa y apenas a 75 km de la ciudad de Damasco. Junto a las ruinas se encuentra la ciudad de Baalbek, una ciudad bajo control del grupo chiíta de Hezbolá.
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Con las montañas nevadas al fondo |
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Los historiadores han encontrado pruebas de que su primer asentamiento se remonta a los canonitas, de la edad de bronce. Seguido de la ocupación griega a manos de Alejandro Magno fue tomada por los romanos lo cuales erigieron partes de la ciudad como el gran templo de Baco o el gran patio central. En los años 300 se implementó el paleocristianismo junto al imperio bizantino. Tras el cristianismo llegó el islamismo junto a la conquista árabe del lugar en el 637 por Abū ʿUbayda ibn al-Ğarrāḥ que fue el que construyó la primera mezquita en el lugar, hoy en ruinas.
Mirdásidos, selyúcidas, ayuvíes y mamelucos también tuvieron protagonismo durante esta época de la ciudad de Baalbek.
La ciudad fue posteriormente saqueada por los mongoles en el 1401 pero no se quedaron por mucho tiempo en el lugar. En los 1500 la ciudad empezó a formar parte del imperio otomano, época de la que hoy en día todavía se pueden ver evidencias sobre ello.
Las ruinas se empezaron a redescubrir por arqueólogos en los años 1900 nombrándose más adelante lugar patrimonio por la UNESCO siendo uno de las ruinas con los mayores templos romanos de todo su imperio con un claro ejemplo como el Templo de Baco, que se mantiene casi intacto y es la imagen más asombrosa de las ruinas.
El templo se divide en varias zonas: El Propileo en la entrada, el patio hexagonal, el gran patio, el Templo de Júpiter (el más grande de todos siguiéndole el de Baco), el bonito Templo de Baco, conocido también como el templo menor en referencia al de Júpiter y el Templo de Venus.
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Al otro lado de esas montañas se encuentra Siria |
Pasear en solitario por entre las ruinas y admirar en el absoluto silencio la grandeza del lugar fue todo un enorme placer para nosotros. Es curioso pensar que ruinas menores o de menos importancia que estas, están abarrotadas en países como Italia… es una de las grandes ventajas de viajar de momento a este país, nada de masas que condicionan tu visita.
Visitamos el cuidado museo que se encuentra en el interior con abundante información sobre la historia del lugar, de como fue estudiado y de varios asuntos más. Mucha información para estar horas metido en el tema. El tiempo era perfecto, soleado con 20 y pocos grados, perfectos para no pasar el calor que se tiene que pasar durante el verano.
¡No hemos podido elegir unas fechas mejores para venir a Líbano!
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Y de repente nos encontramos ante el tan esperado templo. El gran Templo de Baco, un claro ejemplo de un templo romano que se erige como si aún fuera utilizado en el presente. Bien conservado como ningún otro, un templo que despertó más expectación en mí que el mismísimo Acrópolis de Atenas.
Lo estudiamos desde varios ángulos. La vista desde lo alto del templo de Júpiter es una gran panorámica como también a sus pies, mires por donde lo mires no te dejas de sorprender por su grandeza. Estuvimos como una hora sentados sobre el templo de Júpiter con esa vista hacia Baco, disfrutando del buen tiempo e imaginándonos tiempos ancestrales de cuando en este lugar se centraba la población romana. Su interior también es espectacular con piedra tallada y escritos ancestros. Por el templo también encontrarás textos en árabe de la ocupación otomana, todo está registrado y se hace evidencia por los diferentes lugares de las ruinas.
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Templo de Baco desde sus cimientos |
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Templo de Baco |
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Interior del templo de Baco |
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Detalles finos del Templo de Baco. |
Tras las ruinas nos fuimos a la civilización de Baalbek, que se encuentra a tan solos algunos metros de las ruinas. Nuestra misión principal era la de comer algo. Paseamos por su calle principal y fuimos saludados y bien recibidos por diferentes personas, no se veía ningún extranjero por ningún lugar a pesar de ser uno de los lugares más visitados de Líbano. Pasamos por un mercado donde preparaban comida fresca. Fuimos invitados a probar unos pastelitos de hojaldre con carne que estaban deliciosos y también nos invitaron a probar unas almendras que aún estaban verdes y que se podían masticar enteramente sazonadas con sal y limón, algo curioso y que nunca había visto antes. Todo sin pedir nada a cambio. En Baalbek notamos mucha más humanidad que en la ocupada Beirut.
Comimos falafel en un restaurante donde las imágenes de los líderes de Hezbolláh colgaban en sus paredes, el precio era mucho más bajo de lo que esperábamos. Y nosotros pensábamos que comer en Líbano era muy caro… nada de eso si buscas bien en lugares para locales.
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Por las calles de Balbeek |
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Los falafels que nos comimos |
Compramos dátiles para llevarnos y para regalar en casa, es algo que me encanta y aquí se encuentran en cada rincón a buen precio, suelen ser dátiles procedentes de Arabia Saudí de donde se dice que provienen los mejores. Otra de las cosas típicas son los albaricoques secos entre otrosfrutos secos.
Por las calles de Baalbek también se podían ver grandes carteles con las caras de los líderes de Hezbolláh. También como buzones para meter dinero para ayudar a Hezbollah, algo de lo más curioso. En Beitut habíamos visto cosas así pero para ayudar a los militares libaneses.
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Símbolo de Hezbolláh |
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Una de esas huchas para apoyar a Hezbolláh |
A la entrada de la ciudad se encuentra una mezquita muy bonita que fuimos a ver aunque solo se pudiera por fuera. Sus detalles y su cúpula son una obra de arte, me hubiera gustado verla por dentro.
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Para volver fue muy fácil, desde cerca de las letras grandes donde pone I love Baalbek hay minibuses que por 5.000 liras te llevan hasta Beirut. El camino de vuelta fue relajado y dio tiempo hasta a echar una cabezada. En Beirut descansamos un poco en nuestro hotel y fuimos a a cenar a un lugar recomendado para comer comida libanesa. Su nombre es T-Marbouta y fue todo un acierto, comida buenísima con ambiente relajado y agradable.
Al día siguiente nos esperaba nuestro coche que habíamos alquilado online, nos aventuraríamos a la aventura de conducir por el Líbano. Había nervios… ¿sería para tanto?
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